miércoles, 27 de mayo de 2015

Fragmento de "Cien años de grabaciones comerciales de música colombiana", escrito por el musicólogo Egberto Bermúdez.

Exposición Panamericana en Buffalo

La participación de música que hoy llamaríamos “étnica” en la Exposición Panamericana tuvo como ejemplos notorios a varios conjuntos de músicos africanos y del Medio Oriente y —en cuanto a lo latinoamericano— a un grupo de músicos puertorriqueños que asistió en representación de Hawái —denominado Hawaiian Band—. Los puertorriqueños habían llegado en masa a aquella isla meses antes, emigrados de su isla natal después de la devastación dejada por un huracán y como parte de la estrategia norteamericana de reforzar —con mano de obra experimentada— las plantaciones de caña de azúcar en la isla polinésica recién anexada. Dicho conjunto contaba con dos violines y dos flautas traversas como instrumentos melódicos, apoyados por guitarras, bandolas y ukeleles, instrumentos de cuerda corrientes en las antiguas colonias de tradición hispánica de Asia y el Caribe. Infortunadamente, desconocemos el repertorio de este conjunto, aunque su instrumentación no constituía algo tan exótico como los instrumentos africanos o del Medio Oriente y además —por su raíz cultural común— estaban emparentados con los de la Lira Colombiana. Por otra parte, Miguel Lerdo de Tejada y su Orquesta Típica fueron enviados especialmente por el presidente Porfirio Díaz como representantes de su país a la Exposición de Buffalo y se encargaron de la parte musical del pabellón “Streets of Mexico”, réplica de un pueblo mexicano, con plaza, cantina y plaza de toros.Una fotografía muestra una formación instrumental similar a la ya mencionada, con violines, salterios y bandolas como instrumentos melódicos, acompañados de guitarras, bandolas bajas, contrabajo y, esta vez, timbales. La indumentaria
del grupo —los vestidos de charro— muestra la consolidación, desde el poder, de su versión del traje “típico” mexicano, el mismo usado por pequeños propietarios de tierras y ganado y sus capataces en la región central de México, pero también por los “rurales”, voluntarios o paramilitares que perseguían bandidos durante la dictadura de Díaz. Unos años más tarde,
durante la revolución, este traje sería usado también por líderes campesinos y populares como Emiliano Zapata y Pancho Villa.




Por otra parte, la participación musical en exposiciones internacionales tenía ya para 1901 una larga tradición, con ejemplos bien conocidos como el
impacto del gamelán javanés de la de París en 1889 en la música de Debussy. Y si el pabellón de música —Temple of Music— de la de Buffalo era uno de sus edificios más atractivos y visitados, igual lo había sido, por ejemplo, el Music Hall de la Worlds International and Cotton Centennial Exposition de Nueva Orleáns, inaugurada en diciembre de 1884. Además de estar situado en el centro del edificio principal de la exposición, era un gigantesco espacio que al bergaba a once mil espectadores, con un escenario para seiscientos artistas, y contaba con un órgano especialmente construido para él. Allí actuó la primera Orquesta Típica Mexicana, dirigida por Carlo Curti, y es posible que su conformación meses antes haya tenido como mira principal esta participación, en la que México fue el único país que construyó su propio edificio y llevó una de las muestras más notables, pues incluyó destacamentos de caballería e infantería y una banda militar.
A pesar de que muchos de los conjuntos musicales que participaron en la exposición de 1901 habrían merecido ser grabados, una serie de infortunados hechos no lo permitió. Varios técnicos de la Victor Talking Machine Co. —en periodo de vacaciones— asistieron en agosto de aquel año a la exposición, donde la compañía tuvo un sitio de exhibición. Estos, sin embargo —según el testimonio de uno de ellos—, se mostraron más interesados en investigar nuevas tecnologías que en la programación musical misma de la exposición, y en especial dedicaron mucha atención a los nuevos discos de diez pulgadas y regresaron pronto a su sede de Camden después de haber asistido al Midway Day, celebrado el 6 de agosto de 1901. En este, el atractivo principal fue el Grand Cakewalk of Nations —una gran marcha o parada, con movimientos cómicos, asociada con el ragtime y con los bailes de los negros, muy de moda en el momento— a cargo de parejas de México, Filipinas, Hawái, Japón, Italia y la India y con la participación adicional de otras, disfrazadas de moros y gitanos y, probablemente, de una pareja de auténticos esquimales. Una vez más, el control que las potencias coloniales ejercían sobre capital, tecnología, recursos y mercancías se extendía a la cultura y a los bailes de los sometidos. A los latinoamericanos, africanos y asiáticos se los invitaba a este baile, que habían inventado los blancos para los blancos como parodia de los bailes de los negros. Aparentemente, todos asistieron complacidos.




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