Exposición Panamericana en Buffalo
La
participación de música que hoy llamaríamos “étnica” en la Exposición
Panamericana tuvo como ejemplos notorios a varios conjuntos de músicos
africanos y del Medio Oriente y —en cuanto a lo latinoamericano— a un grupo de
músicos puertorriqueños que asistió en representación de Hawái —denominado
Hawaiian Band—. Los puertorriqueños habían llegado en masa a aquella isla meses
antes, emigrados de su isla natal después de la devastación dejada por un
huracán y como parte de la estrategia norteamericana de reforzar —con mano de
obra experimentada— las plantaciones de caña de azúcar en la isla polinésica
recién anexada. Dicho conjunto contaba con dos violines y dos flautas traversas
como instrumentos melódicos, apoyados por guitarras, bandolas y ukeleles,
instrumentos de cuerda corrientes en las antiguas colonias de tradición
hispánica de Asia y el Caribe. Infortunadamente, desconocemos el repertorio de
este conjunto, aunque su instrumentación no constituía algo tan exótico como
los instrumentos africanos o del Medio Oriente y además —por su raíz cultural
común— estaban emparentados con los de la Lira Colombiana. Por otra parte,
Miguel Lerdo de Tejada y su Orquesta Típica fueron enviados especialmente por el
presidente Porfirio Díaz como representantes de su país a la Exposición de
Buffalo y se encargaron de la parte musical del pabellón “Streets of Mexico”,
réplica de un pueblo mexicano, con plaza, cantina y plaza de toros.Una fotografía
muestra una formación instrumental similar a la ya mencionada, con violines,
salterios y bandolas como instrumentos melódicos, acompañados de guitarras,
bandolas bajas, contrabajo y, esta vez, timbales. La indumentaria
del
grupo —los vestidos de charro— muestra la consolidación, desde el poder, de su
versión del traje “típico” mexicano, el mismo usado por pequeños propietarios
de tierras y ganado y sus capataces en la región central de México, pero
también por los “rurales”, voluntarios o paramilitares que perseguían bandidos
durante la dictadura de Díaz. Unos años más tarde,
durante
la revolución, este traje sería usado también por líderes campesinos y
populares como Emiliano Zapata y Pancho Villa.
Por
otra parte, la participación musical en exposiciones internacionales tenía ya
para 1901 una larga tradición, con ejemplos bien conocidos como el
impacto
del gamelán javanés de la de París en 1889 en la música de Debussy. Y si el
pabellón de música —Temple of Music— de la de Buffalo era uno de sus edificios
más atractivos y visitados, igual lo había sido, por ejemplo, el Music Hall de
la World’s International and
Cotton Centennial Exposition de Nueva Orleáns, inaugurada en diciembre de 1884.
Además de estar situado en el centro del edificio principal de la exposición,
era un gigantesco espacio que al bergaba a once mil espectadores, con un
escenario para seiscientos artistas, y contaba con un órgano especialmente
construido para él. Allí actuó la primera Orquesta Típica Mexicana, dirigida por
Carlo Curti, y es posible que su conformación meses antes haya tenido como mira
principal esta participación, en la que México fue el único país que construyó
su propio edificio y llevó una de las muestras más notables, pues incluyó
destacamentos de caballería e infantería y una banda militar.
A
pesar de que muchos de los conjuntos musicales que participaron en la
exposición de 1901 habrían merecido ser grabados, una serie de infortunados hechos
no lo permitió. Varios técnicos de la Victor Talking Machine Co. —en periodo de
vacaciones— asistieron en agosto de aquel año a la exposición, donde la compañía
tuvo un sitio de exhibición. Estos, sin embargo —según el testimonio de uno de
ellos—, se mostraron más interesados en investigar nuevas tecnologías que en la
programación musical misma de la exposición, y en especial dedicaron mucha
atención a los nuevos discos de diez pulgadas y regresaron pronto a su sede de
Camden después de haber asistido al Midway Day, celebrado el 6 de agosto de 1901.
En este, el atractivo principal fue el Grand Cakewalk of Nations —una gran
marcha o parada, con movimientos cómicos, asociada con el ragtime y con los bailes de los negros, muy
de moda en el momento— a cargo de parejas de México, Filipinas, Hawái, Japón, Italia
y la India y con la participación adicional de otras, disfrazadas de moros y
gitanos y, probablemente, de una pareja de auténticos esquimales. Una vez más,
el control que las potencias coloniales ejercían sobre capital, tecnología,
recursos y mercancías se extendía a la cultura y a los bailes de los sometidos.
A los latinoamericanos, africanos y asiáticos se los invitaba a este baile, que
habían inventado los blancos para los blancos como parodia de los bailes de los
negros. Aparentemente, todos asistieron complacidos.
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