domingo, 31 de mayo de 2015

Fragmento de "Cien años de grabaciones comerciales de música colombiana", por el musicólogo Egberto Bermúdez.

La Lira Colombiana en la Exposición Panamericana


                        
La Lira Colombiana se presentó por primera vez en el Templo de la Música de la exposición dos días después, el 8 de agosto de 1901, a las once de la
mañana, cuando ya los técnicos de la Victor habían abandonado la ciudad, siendo anunciada como un quinteto de instrumentos de cuerda (string quintet), con un programa de música internacional cuya única pieza colombiana era el pasillo Saltarín, de su director. Queda claro que —al menos, en esta
importante ocasión— Morales Pino quería distanciarse de cualquier imagen exótica de sí mismo y de su conjunto. Cuando, ya en Nueva York, el conjunto comienza a desintegrarse, él mismo confirma esta convicción al escribirle a su novia que ha obtenido empleo retocando fotografías e informándole que “esta semana buscarán los otros muchachos modo de colocarse con el violín y el violonchelo”, instrumentos de uso genérico para los que, obviamente, veía
mejores perspectivas laborales. La primera reseña conocida de las presentaciones de la Lira apareció en el Buffalo Sunday Times del 8 de septiembre de ese año, y en ella se indica que para entonces ya habían realizado varios conciertos en el Templo de la Música39. En el Illustrated
Buffalo Express del 15 del mismo mes se describen los instrumentos con mucha precisión, se anota que las más de doscientas piezas de su repertorio se tocaban completamente de memoria —“entirely without notes”— y se resalta el hecho de que Morales también había compuesto canciones, piezas para piano y trozos orquestales como la gavota que la Pan American Orchestra
de John Lund —también director de la Buffalo Philharmonic— había
interpretado en uno de sus conciertos de la exposición. El 25 del mismo mes, el Buffalo Evening News destaca la novedad del conjunto, al que califica de “único y pintoresco”, y añade que solo algunas de sus piezas eran “nacionales en su carácter”, destacando las de su director pero enfatizando que las más eran standards del repertorio universal. Para este crítico, la mayor sorpresa fue
 constatar que no solo la música “nacional o, mejor, popular de su país” fuera
tocada excepcionalmente, como era lo esperado, sino que las obras de los “grandes maestros” recibieran también una interpretación de “artística
apreciación y admirable expresión”.






Juan Vicente Gómez -futuro dictador venezolano- y Cipriano Castro.





Dos semanas después de la primera presentación de la Lira, el 20 de agosto, el mismo Buffalo Evening News informaba que un cañón de quince libras que exhibía en la exposición la firma Driggs & Seabury Gun and Ammunition Company, de Derby, Connecticut, había sido retirado precipitadamente de su sitio de exhibición para enviarlo de Nueva York a Cartagena con destino a “uno de los bandos” beligerantes de nuestra guerra de los Mil Días. En dicho despacho se cita la creciente tensión diplomática y política en Centroamérica y entre Colombia y Venezuela, alusiva al apoyo que la revolución liberal colombiana recibía de los gobiernos de José S. Zelaya, de Nicaragua; Eloy Alfaro, de Ecuador, y Cipriano Castro, de Venezuela. No cabe duda de que el arma fue enviada a las fuerzas del gobierno central conservador, que finalmente vencería en la contienda y que siempre controló los puertos de la costa norte colombiana.                              
Asesinato de Mckinley, en Buffalo, EE.UU.
durante la Exposición Panamerican, en 1901.
Theodore Roosvelt, el héroe de "I took Panamá"















Sin embargo, unos días más tarde se producirían cambios de mayor repercusión con el asesinato del presidente McKinley en el mismo Templo de la Músic de la exposición a manos del anarquista León Czolgosz (1873-1901), hecho que llevó al poder al vicepresidente Theodore Roosevelt (1858-1919), autor de la célebre proclama I took Panama e iniciador y conductor, entre 1901 y 1909, de una nueva era de agresivo imperialismo norteamericano que constituye el telón de fondo político de este escrito.
En ese mismo mes de septiembre, en nuestra guerra de los Mil Días, las tropas venezolanas que apoyaban al bando liberal fueron vencidas en Carazúa, en el norte; y en el sur, en Puerres, sucumbían las del general Avelino Rosas Córdoba (1856-1901), quien había luchado bajo las órdenes de Antonio Maceo y Máximo Gómez (1836-1907) en la guerra de Independencia de Cuba. En estas circunstancias, la marcha Cuba guerrera (op. 27), el homenaje que Morales Pino había dedicado en 1898 “a los patriotas cubanos” en solidaridad con la lucha independentista de Martí y que le había merecido elogios de Fray Candil durante su estancia en Colombia, perdía toda vigencia y quedaría proscrita de su repertorio; al menos, de sus presentaciones públicas.              
Peregrino Rivera Arce, dibujante y
amigo de P. Morales Pino.

Julio Flórez, poeta y músico aficionado.

 Sin mayor soporte documental, aunque de forma plausible, se sostiene que Morales Pino era un liberal militante, admirador del general Benjamín Herrera, y que fue acusado de ser parte de la preparación del levantamiento liberal de octubre de 1899. Esto resulta difícil de confirmar o desmentir, aunque sabemos que Morales Pino contaba, en el bando liberal, con amigos que se distinguieron en la contienda, como el dibujante y soldado Peregrino Rivera Arce (1868-1940), quien fue su compañero de estudios de arte y aparece con él, y con un desconocido copista de música, en la foto mencionada, publicada poco antes de su viaje. Rivera Arce nos dejó además su testimonio visual de la guerra en sus Recuerdos de campaña y vivió en el exilio en Costa Rica, Venezuela y Ecuador desde 1902 hasta 1937. Bobadilla también fue expulsado de Colombia por el nuevo Presidente de facto, José Manuel Marroquín (1827-1908), o tal vez en realidad por Arístides Fernández, el hombre fuerte del régimen y autor de la sistemática política de represión que llevó a la cárcel a intelectuales, políticos y artistas liberales, entre quienes se contaron —por poco tiempo— Emilio Murillo, el poeta Julio Flórez (1867-1923) y Jorge Pombo, el primero de estos dos últimos, músico aficionado y, el segundo, con mejor formación, autor de otra obra musical relacionada con la guerra de Independencia de Cuba, su polca militar Triunfo de Bayamo (op. 10), de 1895, dedicada al ya mencionado general Máximo Gómez46. Por su parte, Fernández, que fue director de la policía y luego ministro de guerra, era un católico devoto, de oscuros orígenes, defensor de la teoría de la conspiración internacional liberal contra el catolicismo, que había tenido su primer puesto público en 1887, curiosamente, como portero de la Academia Nacional de Música.
Como veremos, el repertorio internacional basado en piezas de baile,
adaptaciones de movimientos de obras clásicas y arreglos de canciones y trozos de ópera, opereta y zarzuela, constituía el núcleo del repertorio corriente en la música popular internacional de ese momento, que —a juzgar por los programas de la Lira— Morales Pino, que se esforzaba por  mantenerse actualizado, conocía desde sus días de Bogotá. Los cinco integrantes del conjunto se establecieron posteriormente en Nueva York y contaron con un representante que los anunciaba como “a typical native string quintet from Colombia”. Sin embargo, poco se sabe sobre su desempeño musical en aquella ciudad, y las anécdotas relatadas después por algunos de sus miembros hablan —por el contrario— de la pronta disolución del conjunto y de la mala fortuna de algunos de ellos.
Lira Colombiana de Pedro Morales P.



















                                                                                                                                       




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