martes, 26 de mayo de 2015

Fragmento de "Cien años de grabaciones comerciales de la música colombiana", por Egberto Bermúdez.

Antecedentes
("Cien años de grabaciones comerciales
de música colombiana", escrito por Egberto Bermúdez).



Es frecuente considerar a Pedro Morales Pino (1863-1926) el iniciador de una primera fase de internacionalización de la música popular colombiana, y entre quienes han escrito sobre su carrera persiste la pregunta sobre el por qué, pues, habiendo sido el suyo el primer conjunto colombiano en visitar a los Estados Unidos en el momento del lanzamiento de los sistemas de grabación, no realizó ninguna. En los párrafos que siguen, y con base en las pruebas  disponibles, trataremos de responder a este interrogante y dedemostrar —para contextualizar las grabaciones de Pelón y Marín— que Morales Pino, en realidad, siempre representó una tendencia internacional muy ajustada a los cánones musicales en boga en esos momentos —1880-1900— en Europa, Estados Unidos y América Latina y que —a pesar de haber sido pionero de la presencia de la música colombiana en el exterior— sus ideas estéticas y metas musicales difieren de las de Pelón y Marín, Daniel Uribe (1883-1964) ysus hermanos, Emilio Murillo (1880-1942) y la Lira Antioqueña, quienes lograrían efectuar las primeras grabaciones de música colombiana entre 1908 y 1910. A finales de 1898, Morales Pino y su recién creada Lira Colombiana realizaron conciertos en Medellín y otras ciudades del occidente de Colombia antes de abandonar el país con destino a Centroamérica alrededor de julio o agosto de 1899. Aparentemente, su intención era realizar una gira por países de América del Sur y pasar a Europa con el ánimo de participaren la Exposición Universal de París de 1900. Forzados a cambiar de planes debido al clima de inestabilidad económica y social del país y la amenaza de la que sería la guerra de los Mil Días, tomaron otro rumbo, y varias notas y reseñas periodísticas atestiguan su paso sucesivo por Costa Rica —San José, en septiembre-octubre de 1899—, Nicaragua —Managua, en noviembre de 1899—, El Salvador —San Salvador, en febrero de 1900— y Guatemala —Ciudad de Guatemala y Quetzaltenango, en abril-octubre 1900—, para finalmente llegar a Estados Unidos con la nueva mira de participar en la Exposición Panamericana de Buffalo, inaugurada a comienzos de ese año. Los miembros del conjunto que llegó a Nueva Orleáns en mayo de 1901 eran —además de Morales Pino— Carlos Goldsworthy —bandola—, Blas Forero —violín y bandola—, Carlos Escamilla —tiple— y Gregorio Silva —guitarra y violonchelo—. La breve nota sobre Morales Pino escrita en octubre de 1898 para la mencionada Revista Ilustrada por el periodista, poeta y activista cubano Emilio Bobadilla (1862-1921) —conocido como Fray Candil— puede considerarse la pieza periodística de lanzamiento del viaje de Morales y su grupo. Sin embargo, dicha nota —acompañada por una fotografía y la partitura de su pasillo Confidencias— es algo más que eso, pues encarna con claridad el tipo de discurso —muy influyente, por cierto— que sobre la música nacional manejaban muchos intelectuales latinoamericanos del momento. Fray Candil se alínea con la idea hegeliana y romántica del Volksgeist —o “alma nacional”— que supuestamente encarnaban artistas como Morales Pino, y naturalmente, en ese contexto,  cuanto más “moreno, de tez india”, resultara este artista,  mucho mejor la representaba, condición que, por su parte, este último cumplía a cabalidad. Así las cosas, y según esta visión idealizada de lo identitario, en su música “se oía el llanto dolorido de este pedazo de América […] el grito melancólico, el que lanzan los proscritos, los enfermos de ideal, los hambrientos de justicia”. No hay duda de que las palabras de Bobadilla tuvieron repercusión continental, ya que se las cita en las reseñas de las actuaciones de la Lira en Managua y San Salvador28. Sin embargo, Morales Pino se debatía entre esta visión y la del artista
internacional, que también se le estimulaba en Bogotá, donde influyentes intelectuales le pedían, el mismo año de su viaje, que no “malbaratara su genio” y que se aplicara al nacionalismo musical, es decir a “echar los sólidos fundamentos de nuestra música clásica nacional”, pues esperaban que, en sus manos, ésta —que se manifestaba en estado naciente— “pasara de bailes y serenatas a conciertos”. Morales Pino escribió poco, pero, analizando su repertorio y sus actuaciones, no es fácil concluir que aceptara el papel que le sugerían; por el contrario, siempre quiso ser un artista internacional, y la reducción de su figura artística a la de encarnación del“alma nacional” es obra de sus biógrafos y admiradores, quienes, en flagrante anacronismo, pretenden encontrar en el siglo XIX la estridencia y los argumentos de la lucha cultural de los años sesenta del siglo XX.
 

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